hoja de datos
El futuro que queremos – Los Océanos
Río+20 Conferencia de las naciones unidas
sobre desarrollo sostenible
La situación
Hay tres mil millones de personas que dependen
de las zonas marinas y costeras para obtener medios de vida, inclusive la pesca,
el turismo, el comercio, los transportes y la energía. Pero el descuido, la
acidificación, el cambio climático, la contaminación y la excesiva explotación
están causando efectos devastadores. Los océanos, que cubren más del 70% de la
superficie del planeta, figuran entre los ecosistemas más amenazados.
Un gran porcentaje—85%—de las existencias de
peces en todo el mundo están sometidas a presión debido a la pesca excesiva.
Las especies acuáticas invasoras están proliferando. Van en aumento las zonas muertas,
o zonas oceánicas privadas de oxígeno. Los arrecifes coralinos se están
muriendo. El hábitat en las zonas costeras o bien se ha perdido, o bien se está
degradando, lo cual redunda en pérdidas de la biodiversidad marina. Además, hay
problemas debidos a la contaminación de las cuencas hídricas y los mares,
inclusive los vertimientos accidentales de petróleo y la radioactividad del
agua causada por accidentes nucleares.
Los posibles efectos de índole económica,
social y medioambiental son de enorme magnitud, y ponen de manifiesto la
urgencia de adoptar medidas para asegurar la gestión y la utilización
sostenibles de los océanos y de los recursos marinos.
Entre otros instrumentos de gestión basados en
zonas circunscriptas, las zonas marinas protegidas bien diseñadas y bien
administradas son un valioso instrumento de protección del hábitat y la
biodiversidad, promoción de la resiliencia de los ecosistemas y fomento del
ecoturismo, y también contribuyen a que las pesquerías sean sostenibles. No
obstante, según estimaciones de la Organización de las Naciones
Unidas para la Educación , la Ciencia y la Cultura (UNESCO),
solamente un 1% de los océanos del mundo están protegidos.
El agotamiento de las existencias de peces es
una de las cuestiones más acuciantes que afectan actualmente a los océanos y a
más de mil millones de personas que dependen del pescado, una fuente
fundamental de proteína animal, para su seguridad alimentaria. No obstante, un
85% de las existencias mundiales de peces están o bien explotada al máximo, o
bien o explotadas excesivamente. La región nororiental del Océano Atlántico, el
Océano Índico occidental y el Océano Pacífico noroccidental son las
regiones donde las existencias de peces están
más exhaustivamente explotadas. Desde 1992 aumentó en un 13% la proporción de
existencias de peces explotadas hasta el máximo.
En 2012 se cumple el 30º aniversario de la
notable Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, en la cual
se ha llegado a una participación casi universal. Ese tratado es un instrumento
fundamental para lograr el desarrollo sostenible de los océanos y los mares y
de sus recursos. Los efectos de diversos tratados, entre ellos la Convención sobre el
Derecho del Mar y los acuerdos para su ejecución, sobre el uso insostenible de
recursos marinos y la degradación del medio ambiente marino dependen en gran
medida del nivel de participación en esos tratados, así como de su adecuada
aplicación y de su cumplimiento obligatorio.
El Acuerdo de 1995 sobre las poblaciones de
peces transzonales y las poblaciones de peces altamente migratorios, que entró
en vigor en 2001, establece el régimen jurídico para la conservación a largo
plazo y la explotación sostenible de existencias de peces altamente migratorios
como el atún, el pez espada y el tiburón oceánico, así como los peces
transzonales, tanto dentro como fuera de la Zona Económica
Exclusiva (ZEE) de uno o más Estados y el alta mar. En mayo de 2010 había 77
Estados partes en el Acuerdo.
Además, los océanos desempeñan un importante
papel en el sistema climático mundial, pues generan oxígeno y absorben un 30%
de las emisiones mundiales de anhídrido carbónico. La UNESCO advierte que para
2100, el nivel de acidez de los océanos podría ser un 150% superior al actual,
lo cual podría conducir a reducciones drásticas del rendimiento de las
pesquerías y a la extinción en masa de especies marinas. Si continuara la
acidificación de los océanos, se perturbarían las cadenas alimentarias, lo cual
suscitaría los consiguientes riesgos para la seguridad alimentaria.
Fuente: hoja de datos
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